25 Noviembre 2020
El conocimiento es la base de la educación en valores, y una vacuna para la intolerancia. El empeño de una educación en igualdad de oportunidades y cooperación entre semejantes es de obligado cumplimiento en el papel que juegan las instituciones. Nos une más, que aquello que nos separa. Corresponsabilicemos el esfuerzo común. En esta nueva normalidad que atravesamos por la pandemia del Covid, una de las enseñanzas que nos ha aportado la duración del estado de alarma, es que la violencia sutil y mantenida, revierte en seriedad cuando el mundo nos presenta incertidumbre. El
aumento de intervenciones por el 016 de forma manifiesta en estos meses atrás, debe marcar una línea de trabajo férrea al respecto, y, por tanto, la protección de las víctimas no puede dejar a una sola mujer atrás.
Cada uno de nosotros y nosotras, como personas ciudadanas, tiene la posibilidad de tejer estrategias de ayuda y colaboración. No hagamos que esos metros que nos distan, sean aún más desesperanzados para quien sufre en silencio el menosprecio. La violencia en cualquiera de sus expresiones es el último recurso del incompetente para compensar su propia debilidad. Porque de camino a casa y dentro de ella, queremos que las mujeres sean libres y no se vean en la necesidad de ser valientes.
Por todo esto, defendamos la vida, luchemos por la independencia, busquemos la felicidad, y aprendamos a querernos. Ya que alcanzar la libertad es mejorar y respetar la de los demás.